Cuando se tiene una lesión, lo ideal es que un Médico o fisioterapeuta la evalúen para pautar el tratamiento adecuado, ya sea por medio de ejercicios.
Dependiendo del tipo de lesión nos aconsejan aliviarnos con frío unas veces y con calor otras.
Pero, ¿cuándo aplicar uno u otro?
El uso del frío es un procedimiento terapéutico que disminuye el proceso inflamatorio y la sensación de dolor, lo que genera una recuperación más rápida.
Es útil siempre que haya dolor, calor local e hinchazón, sobre todo en las primeras 48-72 horas del inicio de la lesión (fase aguda). Hay que hacer reposo y compresión de la zona y aconsejado levantar la extremidad o zona lesionada.
El frío induce a una respuesta de tres niveles: circular, muscular y neuroendocrino que ayuda a una mejor recuperación y a la disminución de las molestias. Además, es una terapia fácil de aplicar, no es dolorosa y se sienten los resultados muy rápidamente.
Se suelen recomendar este tipo de terapias para ayudar a la recuperación de luxaciones, esguinces, espasmos, contracturas, desgarres musculares y procesos inflamatorios…
El tiempo de aplicación varía dependiendo de la zona, la profundidad y extensión de la lesión. Como orientación, mantener unos 15-20 minutos. Hacer descansos de al menos 10 minutos en ciclos de 2 horas. Si la lesión es más profunda se puede alargar el tiempo a 30-40 minutos, vigilando siempre la piel y la tolerancia al frío, tiene que sentir frío, pero sin llegar a dolor o quemazón. Sea conseja repetir, al menos, 3 ó 4 veces al día.
En el mercado existen bolsas de gel para enfriar en el congelador ya preparadas, pero en su defecto se puede usar una bolsa de guisantes o vegetales congelados. En el caso de no disponer de ninguna, asegures de envolver hielo en un paño para evitar quemaduras en la piel.